LITERATURA - Recuerdos del Tribunal

Vivencias de muchos años de actividad tribunalicia

Mal asesorado.-

El juez correccional estaba convencido –así se lo dio a entender a alguien- que si encausaba al intendente de la capital santafesina, pronto iba a ser sacado del medio, siendo ascendido  como camarista.

Así, procesó al intendente municipal por incumplimiento de los deberes de funcionario público, al haber emitido éste un decreto que aplicaba las normas de desregulación dictadas a comienzos de los años 90 por Menen, recibiendo directamente los planos en  Edificaciones Privadas sin intervención del colegio de arquitectos.

Cuando el juez citó al intendente para declaración indagatoria, lo acompañamos dos letrados de su equipo, como defensores, aunque en una etapa de la audiencia, el magistrado “se sacó la toga” y habló a solas con el titular del departamento ejecutivo municipal.

Al salir del tribunal, le preguntamos al intendente qué le había dicho el juez en privado, y nuestro jefe contestó: “que fui mal asesorado”.

Nos miramos  con el colega -actualmente ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación-  y sonreímos “los malos asesores”.

Poco tiempo después, y en mérito a los recursos judiciales pertinentes, la sala interviniente de la Cámara Penal dejó sin efecto el procesamiento.

Los sueldos de la Justicia y un lamento.-

Hace muchos años, cuando no se sorteaba la competencia por turno, era frecuente conversar con los jueces cuando uno iba a iniciar alguna demanda poco común, para sondear la conveniencia de promover o no la causa en su juzgado.

Así, consulté a un juez civil y comercial –después camarista y actualmente jubilado-, sobre una demanda millonaria de apremio fiscal que debía iniciar el Municipio santafesino contra una empresa de servicios telefónicos por deuda en concepto de derecho de ocupación del dominio público.

Habiéndole planteado genéricamente el caso, la conversación derivó  -como un mero comentario- hacia los importantísimos honorarios profesionales que se originarían en mi favor con dicho apremio fiscal en razón del monto de la demanda.

En esa época, los integrantes del poder judicial se veían obligados a promover acciones de amparo en tutela de sus remuneraciones, ya que se cumplía tardíamente con la ley de enganche. De ello también se habló.

Sin tener objetivamente ninguna muestra de arbitrariedad, no pude evitar acordarme de esa conversación y del lamento del juez por su salario, cuando salió  la sentencia de apremio, favorable a la ejecución pero imponiendo las costas en el orden causado, lo cual en mi caso equivalía a no cobrar honorarios, por ser abogado del Estado.

El turquito eviscerador.-

El Turquito como le decíamos cariñosamente al empleado que trabajaba con los médicos forenses en la morgue judicial, acostumbraba a moverse en colectivo, y se decía que muchas veces trasladaba por ese medio piezas humanas embolsadas, obtenidas en las autopsias realizadas.

Circulaba como anécdota que una vez se le cayó una cabeza humana, la cual rodó por el pasillo del ómnibus, ante la sorpresa y horror de los pasajeros.

El Turquito también era trabajador gastronómico, y le quitaba horas al descanso como mozo, no siendo extraño verlo en alguna fiesta sirviendo las mesas. Era inevitable acordarse en esos momentos, de su otro oficio.

Así pasó, hace años, que en una comida a la que asistimos el gobernador y numerosos colaboradores, me lo encontré al Turquito en pleno servicio junto a otros mozos.

Como tenía confianza con el gobernador, me permití hacer gala de mi humor negro, contándole la historia del mozo pero sin individualizarlo, cosa que generó un comprensible desagrado en el mandatario, ante la posibilidad de que justo el eviscerador le sirviera la comida. Costó convencerlo, finalmente, teniendo que hacerlo casi bajo juramento, de que el Turquito estaba atendiendo otro sector.

Por una cuestión de principios.-

Un ministro de la Corte provincial –hoy fallecido-, poco después de asumir su cargo nos convocó a los abogados relatores del Alto Tribunal y nos comunicó que por una cuestión de principios, no pensaba  valerse de proyectos de voto hechos por colaboradores y que los iba a redactar él mismo.

Sin embargo, pronto comenzó a usar el servicio de relatoría y en realidad, nunca vi que haya elaborado un voto de punta a punta.

De todos modos, ello  es normal ya que la función del abogado relator cumple un papel auxiliar del cuerpo, preparando los antecedentes del caso,  buscando jurisprudencia, redactando la parte conocida como “relacionado” y llegando a proyectar el voto cuando ya existen casos precedentes, resueltos en determinado sentido.

La primer abogada relatora de la Corte Suprema santafesina fue la Dra. Alicia García de Gardebled, y el suscripto el primero en su asiento en Santa Fe, existiendo al presente todo un cuerpo de relatores dependiente de la Secretaría Técnica, organizado en distintos niveles por equiparación a los cargos del escalafón común de funcionarios y magistrados, lo cual permite una carrera especializada. La figura del relator, se halla actualmente extendida a otros tribunales.

Una recomendación marcada a fuego.-  

Mi ingreso como empleado del Poder Judicial de Santa Fe, fue como Escribiente Mayor, ya que resulté primero en el orden de mérito del concurso que se llamó para cubrir numerosos cargos vacantes.

Mi puesto de trabajo inicial fue en la Primera Nominación Civil y Comercial, y como era abogado e ingresaba ya con cierta categoría, me pusieron de entrada a decretar, pasando de largo la consabida conscripción en mesa de entradas.

Concluida una de las primeras jornadas de labor, dejé el escritorio totalmente despejado de papeles,  guardando los expedientes que me habían quedado en los cajones de dicho mueble.

Casualmente pasó por mi lado el secretario del juzgado, un hombre muy respetado por todos, de mucha experiencia dentro del tribunal donde llegó a ser juez de instrucción, para después jubilarse. Creo que ha fallecido hace algún tiempo.

Mi jefe me miró extrañado, al no encontrar expedientes a la vista, y como se imaginaba que los tenía guardados, me hizo abrir los cajones apareciendo cuerpos de expedientes de todos los tamaños y colores de carátula.

Me dijo: “-Mi hijo, no empiece con el pié izquierdo. ¡¡No me ´cajonee´ los expedientes!!”.

Desde entonces, a lo largo de toda mi carrera por más de cuarenta años, he tenido sobre el escritorio los expedientes y demás papeles de trabajo, comprendiendo el porqué de la enérgica recomendación. Si uno tiene a la vista el trabajo pendiente, mal puede ponerse a perder tiempo en charlas u otras distracciones intrascendentes.

Era una linda alemana.-

Por numerosos años fue secretaria técnica de la Corte santafesina, la eximia jurista de quien he aprendido buena parte de lo que sé en materia de derecho administrativo, recurso de inconstitucionalidad, expropiaciones y otros temas de competencia del alto Tribunal. También crecí junto a ella como persona, siendo infinitas las enseñanzas que me dio sobre la vida, afirmando en más de una oportunidad que me faltaba “estaño”, expresión que nunca había sentido antes y cuyo sentido descubrí bastante después.

Le decían “la alemana” (algún ministro más sofisticado, siendo más específico en sus orígenes,  la rebautizó como “la alsaciana”) e inevitablemente más de un gracioso (yo no) la relacionaba con la alemana del tema folklórico de la Oma.

Acostumbraba a andar descalza en el alfombrado de su despacho. Un día, que tenía que atender gente, le escondí un zapato que le reintegré después de esa audiencia. Como devolución, me tiró el agua de bebida que tenía en su  vaso.

En su carrera judicial  fue camarista, se jubiló, fue nombrada Fiscal de Estado de la Provincia, desempeñando ese cargo constitucional durante doce años (tres administraciones gubernamentales) y en paralelo desarrolló siempre una intensa actividad docente y académica, en la cual creo que continúa, salvo que haya tenido que dejar la universidad por razones etarias.

El destino, o vaya a saber qué, nos mantuvo cerca durante mucho tiempo, cuando ya estábamos fuera del ámbito reducido de la secretaría técnica, aunque ahora hace algunos años que no tengo contacto directo con ella, quien por otra parte siempre ha sido una viajera incansable.

Mi afecto, gratitud y respeto para esta persona tan valiosa.               

 

 

 

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